Te lo desmonto con tres argumentos:
1.Esta frase ridiculiza la idea del consentimiento sexual, lo lleva a un extremo absurdo y rehúye el fondo del problema.
2.Se sigue sin entender la idea: yo puedo decir que sí y luego, que no. Se puede cambiar de opinión y debemos aceptarlo.
3.Parecen más preocupados por atacar a las feministas que por hacerse cargo de la violencia sexual.
Cada vez que se mediatiza un caso de agresión sexual. Especialmente si involucra a famosos y si se pone en duda el relato de la víctima, aparece esta frase. Su origen lo podríamos marcar justo después de la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual (le ley del solo sí es sí), donde el consentimiento se sitúa en el centro de la conversación.
Decir: “Ahora tendremos que firmar un contrato para follar”, busca ridiculizar la idea del consentimiento, las consignas feministas y rechazar el señalamiento de la violencia sexual. Esta frase presenta problemas conceptuales muy graves.
Primero, es una burla hacia todas las medidas que buscan prevenir la violencia sexual, que es algo estructural y sistémico. Minimiza la importancia del consentimiento, como si fuese un trámite burocrático absurdo, invisibilizando todo el contexto de violencia sexual que hay detrás. Lo único bueno es que nos pone mucho más fácil identificar dónde están los machirulos porque, a los personajes que dicen esto, ¿de verdad creéis que les preocupan las agresiones sexuales?
La idea de fondo es que pedir consentimiento, algo básico en cualquier relación sexual, se percibe como una complicación innecesaria, como algo antinatural o incómodo y alejado de la espontaneidad del sexo.
Segundo, muchas veces se ha interpretado como una “cortada de rollo” que alguien te haga preguntas en medio de una relación sexual. ¿Estás bien? ¿Te está gustando? ¿Te está doliendo? Esto es un grave error. El sexo ha de ser un espacio de cuidados, algo que curiosamente no ocurre en el porno, donde la teatralización que se muestra del sexo está centrada en la agresividad y la violencia. La comunicación es fundamental.
Normalicemos hacernos preguntas y preocuparnos por nuestra pareja sexual. Me parece innecesario decirlo, pero visto el panorama lo haré: cuando tu pareja te dice que no, es que no. No hay dobles interpretaciones ni quiere decir otra cosa. Si no le apetece, no se hace a la fuerza, ni se la presiona, ni se la chantajea. No solo nos hemos de comunicar de forma expresa, sino que también hemos de respetar y escuchar lo que nos dice la otra persona. Quitémonos de la cabeza que comunicarnos es matar la espontaneidad o la magia del momento.
Tercero, tener dudas sobre qué es tener sexo y qué cometer una agresión es grave. La esencia de la frase es: “Como no puedo identificar cuándo es consentido y cuándo no, mejor dejarlo por escrito”. Esta es una interpretación inocente, que aún denota una falta de educación sexual importante. Pero la interpretación más realista es: “Como una mujer puede poner denuncias falsas y acusarme de haberla agredido, mejor dejarlo por escrito”. Qué triste.
Yo puedo querer una cosa y luego cambiar de idea. A mí me puede apetecer muchísimo hacer X práctica sexual y que en el momento me empiece a doler y quiera parar. ¿Qué pasa, que como he dicho que sí ahora me aguanto y lo tengo que hacer? Es absurdo. Pero no hace falta recurrir al dolor como argumento para dejar de querer algo. Es que directamente puedo cambiar de opinión y eso está bien. Aquí lo que cuenta es que, si en algún momento alguien quiere parar, ese deseo se ha de respetar.
Lo más perturbador de todo es darnos cuenta de los grandes vacíos que hay en términos de educación sexual en la población. Especialmente, la falta de interés de muchos hombres en querer construir relaciones sexuales sanas e igualitarias. Porque la información está, tenemos la suerte de formar parte de una generación que ha dispuesto de acceso a píldoras de educación sexual, y estamos expuestas a muchísimo contenido al respecto. Así que todo es ponerse.
Conclusión: el consentimiento no es una carga, sino una responsabilidad compartida, y evitarlo solo refleja el miedo a asumir una relación más horizontal y respetuosa en el ámbito sexual. Si queremos apoyar la liberación sexual de las mujeres debemos dar valor a nuestros deseos y dejar de ser objetos para empezar a ser justos.
NUESTRA RESPUESTA: OLVÍDATE DE CONTRATOS Y CÉNTRATE EN NO AGREDIR.
(Júlia Salander. Fuego al machismo moderno. Penguin Random House Grupo Editorial. Barcelona 2025)